Un aumento a nivel nacional en los casos ha hecho que las autoridades cierren escuelas en Shanghái y bloqueen varias ciudades, mientras casi 19 provincias luchan contra las variantes omicron y delta.
La ciudad de Jilin ha sido cerrada parcialmente, con cientos de vecindarios sellados, ha anunciado un funcionario el domingo, mientras que Yanji, un área urbana de casi 700.000 habitantes que limita con Corea del Norte, ha sido cerrada por completo. Shenzhen, con 17 millones de habitantes, y sede de gigantes tecnológicos nacionales como Huawei y Tencent, está bajo confinamiento.
Estos datos suponen una cifra ínfima en comparación con otros países, ya que el gigante asiático cuenta con una población de 1.411 millones de habitantes. Pero aún así, China ha decidido imponer una política draconiana de confinamientos para intentar contener lo que se trataría de una expansión masiva de la enfermedad.
La condición parece estar deteriorándose en Hong Kong, donde los funcionarios de salud confirmaron el domingo 32.430 casos de covid-19 y 264 muertes, informó el ‘South China Morning Post’.
El viernes se impuso un bloqueo en la ciudad nororiental de Changchun después de que se detectaran allí cientos de casos. Las nuevas restricciones solo permiten salir de casa a una persona por hogar para ir de compras.
Asimismo, los nueve millones de residentes de la ciudad serán sometidos a pruebas de detección del virus.
Tras el brote de Wuhan a principios de 2020, China adoptó una política «cero COVID» contra el virus, por lo que las autoridades se apresuraron a tomar medidas muy estrictas para evitar su propagación.
En los dos últimos años, los brotes apenas han existido gracias a los tests a grandes partes de la población y a los cierres masivos. Sin embargo, la variante ómicron, detectada en el país por primera vez en enero, ha llevado a China a llevar su política restrictiva más lejos.
El país ha registrado hasta el momento 114.000 contagios y 4.636 fallecidos desde la declaración de la pandemia.