maritza.morillo@listindiario.com
Santo Domingo
Desde que se dio a conocer el
primer caso de COVID-19, en Wuhan, China, el pánico se apoderó de la población,
y aun sin saber la magnitud de su gravedad se presentía que una gran catástrofe
sanitaria se nos venía encima.
La rápida expansión del
Coronavirus por el mundo hizo que la Organización Mundial de la Salud (OMS)
declarara estado de emergencia. Esto obligó a los gobiernos de todas las
naciones a afrontar medidas con el fin de paralizar su propagación.
Despertar con la esperanza de que
el virus se detenga me hace reflexionar sobre la importancia de apegarnos a la
fe y pedir al Creador que tome el control, que nos resguarde con su manto
protector para que el mundo no se siga llenando de luto.
Sin temor a equivocarme, creo que
a las medidas tomadas por el Gobierno dominicano debemos inyectarle esa dosis
de oración, arrodillarnos ante Dios, pero hacerlo desde lo más profundo de cada
corazón. Tener una conversación íntima con Él, mostrar nuestro arrepentimiento
por si en algún momento hemos caminado contrario a Su voluntad.
Esta terrible pandemia ha
demostrado que podemos vivir sin tanta vanidad. Sin derroche económico en
grandes fiestas, sin gastos extremos… Dios nos está dejando un claro mensaje de
que debemos aprender a priorizar desde el amor y la bondad, siendo la familia
lo más importante.
Reflexión
Te invito a valorar más lo que
tienes. A convertir nuestro hogar en un castillo de amor, un templo de paz. A
cultivar la felicidad desde adentro. En este
momento vamos dejar fluir la creatividad
de reinventarnos como seres humanos, pasemos balance a nuestras actitudes.
Aprovechemos el tiempo, esta es también una oportunidad para compartir con los
hijos, jugar, leer un libro, comer
juntos o ver una película. ¡Esto va a pasar! No hay duda, y pronto nos
volveremos a reencontrar.
Cuida los tuyos y recuerda que al
final del túnel siempre habrá una luz. Fuente: Listín diario