National Foundation for Educational Research, mientras por una puerta entra a
la escuela un cada vez mayor número de estudiantes, por otra se están yendo los
docentes en proporción acrecentada (el 40% de los que se gradúan no aguanta más
de cinco años al frente de la clase), lo que deriva de la tensión que afirman
sufrir dos de cada diez maestros, cuando en otras profesiones dice lo mismo
apenas uno de diez.
Según un reciente informe de la
Sucede que, aunque las horas
laborales de los profesores no superan a las de sus pares de otras carreras –de
hecho, tienen menos horas al año–, sí que sus jornadas son más intensas y
apenas pueden lograr un equilibrio en el que su vida privada salga bien parada.
El 41% de los maestros se declara insatisfecho con el tiempo libre del que
disponen, frente al 32% de los graduados de carreras no docentes.
En 2017, 3.750 docentes ingleses
se tomaron largas temporadas de baja por enfermedad, debido a la ansiedad y el
estrés acumulados
“La razón de que se vayan tantos
tan rápido no resulta un misterio para nosotros –dice Mary Bousted, secretaria
del Sindicato Nacional de Educación–. Cuando se enfrentan a cargas de trabajo
imposibles, a una rendición de cuentas interminable, a una cultura de la
grosería y a acuerdos salariales infrafinanciados año tras año, es algo muy
común que los buenos maestros abandonen la profesión”.
Según explicaba Bousted a The
Guardian meses atrás, los profesores están sometidos a presiones varias, que
van desde cambios constantes en el currículo académico y en las normas de
evaluación, hasta la necesidad de mostrar progresos “casi a cada minuto”. Otra
profesora, desde el anonimato, confiesa al diario que estaba abrumada por el
requerimiento de detallar minuciosamente en el plan de clases unas 30 habilidades
que se pretenden desarrollar en el estudiante; unas cargas aquí y otras allá,
que terminan desbordando el vaso.
Conclusión: solo en 2017, unos
3.750 docentes ingleses se tomaron largas temporadas de baja por enfermedad,
debido, en buena medida, a la ansiedad y el estrés acumulados.
Darles voz a los maestros
Pero no solo en Inglaterra los
profesores se tiran del pelo. Una investigación realizada años atrás por Gallup
en EE.UU. constató que, a semejanza del caso inglés, entre el 40% y el 50% de
los docentes se marchan durante los primeros cinco años de trabajo.
Entre los factores que los
empujan a tomar esa decisión, están los salarios, que consideran inadecuados, y
la falta de tiempo para planificarse. El término estrés vuelve a surgir también
en este caso, y se refuerza cuando a los profesores se les hace responsables
por unos resultados y unas situaciones sobre los cuales tienen un control
limitado. Para muchos, por ejemplo, supone una carga excesiva tener que
responder por la implicación de los estudiantes en el proceso de
enseñanza-aprendizaje, justo porque ello depende, en gran parte, de la
disposición personal del educando.
“Para retener a los grandes
profesores hay que asegurar que tengan voz en las decisiones que se toman en la
escuela y que les afectan, y no sujetarlos a expectativas irreales”, dice el
reporte, y añade que, de 12 grupos profesionales analizados en un sondeo, fue
el de los docentes el que se sintió menos representado en la expresión “En el
trabajo, siento que mi criterio cuenta”. Quizás por todo ello, el 46% de los
profesores experimenta estrés diariamente.
“Para retener a los grandes
profesores hay que asegurar que tengan voz en las decisiones que se toman en la
escuela y que les afectan, y no sujetarlos a expectativas irreales”
También en España encontramos a
maestros a punto de convulsionar, según se colige del último informe del
Defensor del Profesor, del sindicato ANPE. De los 2.179 profesores que fueron
atendidos por este servicio en el curso pasado, el 74% mostraba altos niveles
de ansiedad; el 13%, síntomas depresivos, y el 11% se había tomado ya una baja
laboral. Además, 16 profesionales ya no volverán a pisar el aula.
Al final de la cadena, los estudiantes
La profesora Crisálida Rodríguez,
coautora del informe del Defensor del Profesor, ha visto casos en los que al
maestro le cortan las alas unos padres que tienen su particular manual pedagógico
en la cabeza. Nos cuenta el de una docente de inglés, de sexto de primaria, que
hablaba a los chicos ¡en inglés!, por lo que los padres entendieron que había
que denunciarla. Hoy, angustiada, está en un proceso de baja y sin plan de
regresar de momento a la clase.
– De lo que ha podido constatar, ¿a qué se debe el estrés de los
profesores?
– A la pérdida de autoridad que
están sufriendo, con la respuesta que tienen por parte de los alumnos y la
falta de apoyo de los padres, pues estos intervienen inadecuadamente en el
proceso de enseñanza-aprendizaje de sus hijos. Se convierten en una especie de
inspectores que le llevan la contraria al profesor, por lo que este pierde
autoridad, se le hace sentirse poco apto, y queda muy estresado para impartir
docencia.
– ¿Qué consecuencias acarrea esta situación?
– Nosotros siempre decimos que,
además del profesor, las verdaderas víctimas de esta situación son los
estudiantes, porque son las personas en formación. El profesor tiene
efectivamente un estrés laboral que redunda negativamente en el desempeño de su
profesión, pero quien realmente se afecta es el estudiante, porque ha tomado un
poder que no le corresponde y dificulta la clase.
– ¿Qué hacen las administraciones públicas ante esto?
– A nivel de legislación, más o
menos todas las comunidades autónomas españolas tienen sus decretos de
convivencia para ser aplicados e intentar solucionar estos problemas en el
contexto escolar.
Por otra parte, hay leyes de
autoridad del profesor. En Madrid la tenemos, pero no en todas las comunidades.
Son propuestas que pueden hacer las administraciones. Está, pues, la aplicación
de estas leyes y la respuesta del Servicio de Inspección Educativa, que es muy
importante que respalde al profesor.
Ahora, ¿qué está sucediendo? Que
hay casos en que no se da este apoyo, ni el de la dirección educativa de los
centros. En la resolución de conflictos, muchas veces dejan al profesor solo,
cuando un problema debe solucionarse con la normativa que hemos comentado
antes, más el respaldo de equipo directivo y el de Inspección.
Los padres “se convierten en una
especie de inspectores que les llevan la contraria al profesor, por lo que este
pierde autoridad”
Esto no siempre sucede:
Inspección intenta que el conflicto lo solucione el equipo directivo, y a veces
no da respuesta, porque los padres, en este afán de acompañar en la formación
de sus hijos, no siempre preguntan la versión del profesor. Con la de sus hijos
les basta, y van directamente a Inspección. Al final, todo redunda en quitarle
autoridad al profesor.
Si el árbol cae…
Una escuela no tiene por base –o
no debería tener– aquel lema tan norteamericano de the guest is always right
(“el cliente siempre tiene la razón”). Si es importante que el receptor del
“servicio” –el estudiante– esté a gusto en la medida de lo posible, también lo
es que quien lo tributa –el profesor– goce de buenas condiciones en las que
realizar su trabajo, que es formar seres humanos.
A nadie le interesa un maestro
estresado, deprimido, extenuado. Si al docente le falta motivación, no
motivará. A partir de los resultados de una investigación en Misouri, EE.UU.,
que arrojaban un 93% de profesores con algún grado de estrés laboral, Keith
Herman, profesor de la Universidad del estado, calificaba de muy preocupante el
hecho de que esa angustia tenga ecos en el desempeño académico y conductual de
sus estudiantes. “Por ejemplo –señala–, las aulas con profesores notablemente
estresados tienen más casos de comportamientos perturbadores y niveles más
bajos de conductas prosociales”.
“Las aulas con profesores
notablemente estresados tienen más casos de comportamientos perturbadores y
niveles más bajos de conductas prosociales”
En sentido parecido, el informe
del Defensor del Profesor precisa que un maestro “con estado emocional
alterado, además del sufrimiento personal que debe soportar, reduce
significativamente su rendimiento profesional, lo que disminuye la calidad de
la educación”, con lo cual el daño, al final, no se restringe únicamente a él.
Quizás sea bueno recordarles, a
quienes se ufanen de haber derribado a un maestro, que ese es un árbol que no
cae solo. Fuente_aceprensa