Fe y Alegría inicia donde termina el asfalto
Desde las tareas y funciones que se me han confiado, soy el principal responsable (y en muchas ocasiones, el primer culpable) de motivar, orientar, acompañar, guiar, coordinar y articular acciones, procesos y procedimientos encaminados al fortalecimiento del liderazgo directivo y docente y promover el desarrollo personal y profesional de cada docente, personal de apoyo, administrativo, padres, madres y tutores que integran la Comunidad Educativa Sagrado Corazón de Jesús Fe y Alegría. En pocas palabras, es uno de mis deberes generar y gestionar las condiciones, espacios, clima de confianza y velar por crecimiento personal y profesional de todos y cada uno de los miembros de nuestra Comunidad Educativa.
Hoy, ante los últimos acontecimientos acaecidos en el entorno y a lo interno de nuestro centro educativo y sus respectivos procesos y toma de decisiones, me veo impelido a escribir unas líneas, que pretenden motivar, incentivar, la reflexión-acción de todos y cada uno de los sujetos que conforman nuestra Comunidad Educativa.
Nuestro Padre Fundador, el jesuita José María Vélaz, dijo: “Fe y Alegría inicia donde termina el asfalto: allí donde habitan los marginados, los empobrecidos, excluidos y olvidados de la historia”. La expresión denota la identidad, filosofía y opción de Fe y Alegría como movimiento de educación popular y promoción social: una auténtica apuesta por una educación de calidad integral dirigida a los que menos tienen, a quienes le han negado o quitado todo (hasta la voluntad de vivir y ser), aquellos los más necesitados y convertirlos en sujetos protagónicos de su transformación personal y la de su entorno social.
Esa opción, hecha con alegría y movidos por la fe, realizada por Vélaz, sus muchachos y el señor Abraham Reyes ha de renovarse cada día. La invitación, ahora, es reflexionar, identificar y determinar cuáles son las faltas de asfalto donde debe iniciar Fe y Alegría. Es decir, cuáles son las faltas de condiciones y posibilidades que presentan nuestros adolescentes y jóvenes, aquellas carencias que le impiden vivir una vida integralmente digna; cuáles son aquellas circunstancias personales, familiares, sociales y del entorno medioambiental que obstruyen o destruyen las distintas formas de vida y no permiten que nuestros adolescentes y jóvenes se conviertan en verdaderos sujetos protagónicos de su historia personal y transformadores de su sociedad; cuáles son aquellos vacíos emocionales o presencias malsanas que influyen y a veces determinan la conducta, el comportamiento, rendimiento académico y proceso formativo de cada adolescente y joven que se nos ha confiado acompañar y guiar en su formación integral.
Es propicia la ocasión, considero, de diversificar nuestros modos y maneras de encontrarnos, de acercarnos, de descubrir, guiar y potenciar las capacidades de cada uno de nuestros estudiantes, desde su contexto-realidad particular. Por tanto, les invito a que revisemos, también, nuestras estrategias y formas de incidir-facilitar los procesos de cambio-crecimiento y desarrollo de cada estudiante.
Se hace, también, indispensable renovar nuestro sagrado compromiso con el mejoramiento continuo de la calidad de la educación que brindamos: una educación que tiene que ser inclusiva, transformadora, liberadora y de opción preferencial por los más necesitados. Recordemos, pues, que la calidad de la educación está en cada proceso, en cada procedimiento, en cada acción, en cada palabra/silencio y en cada gesto de sus sujetos. En Fe y Alegría la calidad de la educación reside en la persona.
En efecto, la educación es una acción humana intencionada que busca formar integralmente a la persona en sus múltiples dimensiones. En este sentido, la educación es una revolución, una apuesta por la esperanza, movida por la firme e inquebrantable en un futuro más promisorio. Pero es también hacer que ocurra y se construya una mejor vida: una vida llena de sueños, ilusiones, esperanzas y oportunidades en igualdad de condiciones para todos. En pocas palabras, una vida digna y feliz.
Educar, es, entonces, creer-crear un mejor mañana que se construye en un largo y fascinante (y muchas veces tortuoso) proceso de aprender, aprehender, desaprender y emprender mejores formas de ser y de vivir en relación con el Otro y lo otro, con persistencia, perseverancia, determinación, esperanza, con fe y alegría; pero sobretodo, motivados por un amor apasionado por cada persona. En definitiva, quien no ama no es capaz de educar!
Reavivamos la fe, comprometida con la vida, en un mejor mañana, en una mejor sociedad: creemos, de manera colaborativa, las mejores condiciones y oportunidades para que nuestros adolescentes y jóvenes sean capaces de convertirse en los mejores seres humanos y ciudadanos de nuestra sociedad dominicana.
La tarea es ahora!
Jesús Gil Aquino Terrero
Para ustedes, el director. Con ustedes, un compañero más de camino.
27 de noviembre de 2018